DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE DIO A SU ÚNICO HIJO, para que TODO AQUEL QUE EN EL CREE, NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA ETERNA. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
EL QUE EN EL CREE, NO ES CONDENADO; pero el que no cree, ya ha sido condenado...
Y esta es la condenación: que LA LUZ VINO AL MUNDO, Y LOS HOMBRES AMARON MÁS LAS TINIEBLAS QUE LA LUZ, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a ella para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16-21

13 de octubre de 2010

Nuestra lectura de hoy, miércoles 13 de octubre

Daniel, capítulos 6 al 8

Durante el reinado de Darío, Daniel llegó a ser el gobernador principal sobre todas las provincias de Babilonia. Y en todo Daniel se conducía con rectitud; era un hombre fiel, ningún vicio ni falta fue hallado en él (Daniel 6:4). Habiendo asumido una función de tanta responsabilidad, con asuntos de gran envergadura que atender diariamente, Daniel no descuidó su relación con Dios: separaba tres momentos al día para orar y dar gracias en Su presencia.
Allí, el espíritu de Daniel era fortalecido, y su mente adquiría entendimiento y sabiduría. Las pruebas que le sobrevinieron no pudieron debilitar su fe, porque las enfrentó con su confianza puesta en el Señor.

Las fuerzas del cristiano provienen de pasar tiempo de rodillas delante de Dios.
No dejemos de orar... No descuidemos nuestra comunión con Dios. No nos permitamos ser cristianos debiluchos.

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