DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE DIO A SU ÚNICO HIJO, para que TODO AQUEL QUE EN EL CREE, NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA ETERNA. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
EL QUE EN EL CREE, NO ES CONDENADO; pero el que no cree, ya ha sido condenado...
Y esta es la condenación: que LA LUZ VINO AL MUNDO, Y LOS HOMBRES AMARON MÁS LAS TINIEBLAS QUE LA LUZ, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a ella para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16-21

3 de enero de 2011

Nuestra lectura de hoy, lunes 3 de enero

Efesios, capítulos 5 y 6
Filipenses, capítulo 1

Fortalezcámonos en el Señor, y en el poder de Su fuerza. Usemos toda la armadura que Dios nos ha dado para protegernos y estar firmes contra los engaños del diablo. Si no la usamos, seremos blanco fácil de su artillería.
La batalla del cristiano no es contra otras personas, sino contra las fuerzas espirituales de maldad que gobiernan sobre este mundo de tinieblas que nos rodea.
Por eso, tomemos la armadura de Dios, para que podamos resistir cada combate hasta el fin permaneciendo firmes.
Que la verdad, sea como un cinto que nos ciñe para mantenernos firmes. Revistámonos de ella.
Practiquemos la justicia, viviendo en rectitud. Ella será como una coraza para protegernos.
Estemos siempre dispuestos a llevar el evangelio de la paz, anunciándolo donde el Señor nos indique; así tendremos nuestros pies bien calzados.
Tomemos el escudo de la fe, para apagar todas las flechas encendidas con desánimo, incredulidad y otros fuegos que nos arroja el maligno.
Que la salvación sea el casco que proteja nuestra cabeza.
No olvidemos usar la espada del espíritu, que es la Palabra de Dios. Si la leemos y meditamos en ella, abundará en nuestros corazones el consejo de Dios, y podremos resistir al enemigo con la Verdad.
No dejemos de orar. Perseveremos en ella para mantenernos alerta y no ser atacados estando desprevenidos. Oremos en el Espíritu en todo momento, y roguemos también por nuestros hermanos en la fe.

Que la gracia del Señor sea con todos los que le aman con amor inalterable. (Efesios 6:10-18, 24)


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