DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE DIO A SU ÚNICO HIJO, para que TODO AQUEL QUE EN EL CREE, NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA ETERNA. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
EL QUE EN EL CREE, NO ES CONDENADO; pero el que no cree, ya ha sido condenado...
Y esta es la condenación: que LA LUZ VINO AL MUNDO, Y LOS HOMBRES AMARON MÁS LAS TINIEBLAS QUE LA LUZ, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a ella para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16-21

30 de septiembre de 2010

Nuestra lectura de hoy, jueves 30 de septiembre

Ezequiel, capítulos 15 al 17

Totalmente desoladora es la condición del alma del ser humano antes de conocer a Dios: indigna, sucia, sin rumbo, llena de confusión, temores y oscuridad... Pero qué grande es la misericordia y la compasión del Señor que puede mirarnos con amor, aún en ese estado terrible, y tomar en Sus manos a quienes desean Su salvación para limpiarlos, cubrirlos, dignificarlos, revestirlos de Su hermosura y reconciliarlos con Dios. Esta es la obra gloriosa que el Espíritu Santo lleva a cabo en el corazón de los que han sido hechos hijos de Dios. Le debemos a El toda nuestra gratitud por tanta gracia inmerecida...
Nunca olvidemos Sus beneficios, no descuidemos todo lo precioso que El ha ido produciendo en nuestro interior. Seamos fieles y constantes en Su camino, y démosle a El siempre toda la gloria. (Ezequiel 16)

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