DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE DIO A SU ÚNICO HIJO, para que TODO AQUEL QUE EN EL CREE, NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA ETERNA. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
EL QUE EN EL CREE, NO ES CONDENADO; pero el que no cree, ya ha sido condenado...
Y esta es la condenación: que LA LUZ VINO AL MUNDO, Y LOS HOMBRES AMARON MÁS LAS TINIEBLAS QUE LA LUZ, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a ella para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16-21

11 de abril de 2010

Nuestra lectura de hoy, domingo11 de abril

1 Reyes, capítulos 10 al 12

Salomón amó a Dios y siguió las instrucciones de su padre David (1 Reyes 3:3); pero también amó a muchas mujeres extranjeras que fueron desviando su corazón. Y cuando ya era anciano, adoró a los dioses de ellas... pues no se había entregado por completo al Señor su Dios, como lo había hecho David, su padre. (1 Reyes 11:1-10)

Dios bendijo a Salomón, lo amó como un padre ama a su hijo, afirmó su reinado, le dio sabiduría y prudencia para gobernar sobre el pueblo, extendió su fama sobre toda la tierra. Y Salomón comenzó su reinado sirviendo al Señor y obedeciéndole; pero tristemente fue priorizando los deseos de su corazón que lo condujeron por caminos torcidos, fue seducido por los placeres del mundo y se entregó a ellos pecando contra Dios.

Qué diferente a David, que fue probado con sufrimientos y angustias toda la vida y, sin embargo, mantuvo siempre su confianza en el Señor. Inclinó su corazón hacia Dios en los momentos más duros y anduvo en Sus caminos todos sus días.

Inclinemos nuestro corazón hacia Dios, cada día volvámonos a El. Amémosle con todo nuestro ser y permanezcamos fieles a El hasta el final.

"No amen al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, no ama al Padre. Porque todo lo que hay en el mundo: los malos deseos de la naturaleza humana, el deseo de poseer lo que agrada a los ojos, y el orgullo de las riquezas, no proviene del Padre, sino del mundo mismo. Y el mundo se va acabando, con todos sus malos deseos; en cambio, el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre." (1 Juan 2:15-17)

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