DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE DIO A SU ÚNICO HIJO, para que TODO AQUEL QUE EN EL CREE, NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA ETERNA. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
EL QUE EN EL CREE, NO ES CONDENADO; pero el que no cree, ya ha sido condenado...
Y esta es la condenación: que LA LUZ VINO AL MUNDO, Y LOS HOMBRES AMARON MÁS LAS TINIEBLAS QUE LA LUZ, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a ella para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16-21

4 de diciembre de 2010

Nuestra lectura de hoy, sábado 4 de diciembre

Juan, capítulos 15 al 17

El Espíritu Santo es el Consolador, prometido por Jesús, que mora en nosotros y está con nosotros siempre. El mundo no lo puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero los que creen en Cristo, son sellados como propiedad Suya y reciben el Espíritu en su corazón como garantía de la promesa de redención del Señor Jesús. (Juan 14:16-17 / Corintios 1:22 / Efesios 4:30)

El Espíritu Santo es quien:
- Nos convence de pecado y redarguye. (Juan 16:8)
- Nos guía a la verdad, y recuerda las palabras de Cristo. (Juan 14:26)
- Nos enseña todas las cosas y nos hace saber lo que sucederá. (Juan 16:13)
- Nos ayuda en nuestra debilidad e intercede por nosotros, conforme a la voluntad de Dios, con gemidos que no pueden expresarse con palabras. (Romanos 8:26)
- Nos fortalece. (Efesios 3:16)
- Le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. (Romanos 8:16)

Un hijo de Dios que practica el pecado y vive según sus propios deseos, contrista (entristece) y apaga al Espíritu Santo en su vida. (Efesios 4:30 / 1 Tesalonicenses 5:19)

Por eso, no andemos según nuestros deseos que son opuestos a los Suyos, no resistamos ni reprimamos Su obrar. Más bien, neguémonos a nosotros mismos para que el Consolador actúe con libertad, y se manifiesten en nuestra vida los frutos que produce Su presencia: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.



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