DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE DIO A SU ÚNICO HIJO, para que TODO AQUEL QUE EN EL CREE, NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA ETERNA. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
EL QUE EN EL CREE, NO ES CONDENADO; pero el que no cree, ya ha sido condenado...
Y esta es la condenación: que LA LUZ VINO AL MUNDO, Y LOS HOMBRES AMARON MÁS LAS TINIEBLAS QUE LA LUZ, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a ella para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16-21

5 de noviembre de 2010

Nuestra lectura de hoy, viernes 5 de noviembre

Zacarías, capítulo 14
Malaquías, capítulos 1 y 2

Hemos llegado a MALAQUÍAS, último libro del Antiguo Testamento. Aquí termina el Antiguo Pacto establecido por Dios con los hijos de Israel en el monte Sinaí, por medio de Moisés: 'El sería Su Dios y ellos su pueblo escogido, siempre y cuando cumplieran con Sus leyes '.
Los profetas, desde Isaías hasta Malaquías, anunciaron que vendría un nuevo pacto destinado no sólo a Israel sino a todas las naciones, donde todos podríamos conocer a Dios, y Sus leyes estarían grabadas en nuestro corazón.

Con Cristo como nuestro único Mediador (Hebreos 12:24), comenzó este nuevo pacto que aún sigue en vigor y podemos ser parte de él por medio de la fe, al nacer de nuevo por obra del Espíritu Santo.
Es un pacto de gracia y regeneración, que trae bendición y esperanza gracias al sacrificio de Cristo Jesús en la cruz para darnos salvación y vida eterna. Sólo Su sangre puede limpiar nuestras conciencias de toda obra muerta, para que sirvamos al único Dios vivo y verdadero (Hebreos 9:14).

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