DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE DIO A SU ÚNICO HIJO, para que TODO AQUEL QUE EN EL CREE, NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA ETERNA. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
EL QUE EN EL CREE, NO ES CONDENADO; pero el que no cree, ya ha sido condenado...
Y esta es la condenación: que LA LUZ VINO AL MUNDO, Y LOS HOMBRES AMARON MÁS LAS TINIEBLAS QUE LA LUZ, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a ella para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16-21

24 de noviembre de 2010

Nuestra lectura de hoy, miércoles 24 de noviembre

Lucas, capítulos 9 al 11

Nuestros ojos son la lámpara del cuerpo... Si nuestros ojos son buenos, también todo nuestro cuerpo estará lleno de luz; pero si nuestros ojos son malignos, también nuestro cuerpo estará en tinieblas.


Tengamos cuidado, no sea que en lugar de estar llenos de luz, abunde en nosotros la oscuridad... Guardemos nuestro cuerpo, para que no tenga parte alguna con las tinieblas. (Lucas 11:34-36)

Que nuestros ojos se aparten de toda impureza, buscando siempre la santidad.

Job, un hombre recto y temeroso de Dios, propuso en su corazón guardar sus ojos de la lujuria. (Job 31:1)
El autor del Salmo 119, oró: "Aparta mis ojos, que no vean cosas vanas." (Salmo 119:37)

Honremos a Dios en toda nuestra forma de vivir: nuestros pensamientos sean limpios, nuestros ojos santos, nuestra lengua sometida al control del Espíritu Santo, y nuestros pasos apartados del mal. Glorifiquemos a nuestro Padre que está en el cielo, agrademos Su corazón, y neguémonos cada día a nosotros mismos para que la luz de Cristo resplandezca sobre nuestras vidas.

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