DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE DIO A SU ÚNICO HIJO, para que TODO AQUEL QUE EN EL CREE, NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA ETERNA. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
EL QUE EN EL CREE, NO ES CONDENADO; pero el que no cree, ya ha sido condenado...
Y esta es la condenación: que LA LUZ VINO AL MUNDO, Y LOS HOMBRES AMARON MÁS LAS TINIEBLAS QUE LA LUZ, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a ella para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16-21

17 de noviembre de 2010

Nuestra lectura de hoy, miércoles 17 de noviembre

Marcos, capítulos 4 al 6

En la conocida 'parábola del sembrador', Jesús describió cuatro clases de corazones en los cuales fue sembrada la Palabra de Dios:

En el primero, la semilla cayó junto al camino y las aves se la comieron...
Esta persona escuchó, pero el maligno arrebató lo que fue sembrado en su corazón para que no crea y se salve.

En el segundo, la semilla cayó entre piedras, donde había poca tierra y la raiz brotó sin profundidad y se secó...
Oyó la Palabra y la recibió con gozo, pero no pudo arraigarse en su vida; creyó por algún tiempo, pero al llegar la hora de la prueba se apartó.

Luego, la semilla cayó entre espinos que crecieron y la ahogaron...
La persona escuchó el mensaje, pero el afán de este siglo, los placeres de la vida, el engaño de las riquezas y las codicias de otras cosas ahogaron la Palabra y la hicieron infructuosa.

Por último, la semilla cayó en un corazón con buena tierra, y dio buen fruto...
Estos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, perseveran en ella y llegan a dar fruto agradable al Señor.

Que nuestros corazones puedan retener la Palabra que nos fue anunciada, y la buena semilla del evangelio eche raíces profundas en Cristo, para que cuando vengan tiempos de prueba y aflicción permanezcamos firmes, unidos a El, perseverando en la fe que hemos tenido al principio, siguiendo el camino que nos ha sido revelado, y llevando fruto abundante para nuestro Dios.



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