DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE DIO A SU ÚNICO HIJO, para que TODO AQUEL QUE EN EL CREE, NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA ETERNA. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
EL QUE EN EL CREE, NO ES CONDENADO; pero el que no cree, ya ha sido condenado...
Y esta es la condenación: que LA LUZ VINO AL MUNDO, Y LOS HOMBRES AMARON MÁS LAS TINIEBLAS QUE LA LUZ, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a ella para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16-21

22 de septiembre de 2010

Nuestra lectura de hoy, miércoles 22 de septiembre

Jeremías, capítulos 48 al 50

El Señor habló, por medio de Jeremías, contra las naciones de esa época: Egipto, los filisteos, Moab, Amón, Edom, Damasco, Cedar, Hazor, Elam y Babilonia. Sus palabras anunciaban el juicio que venía sobre ellas por ser naciones idólatras, enemigas de Dios; por haber depositado su confianza en los bienes, tesoros y riquezas que poseían; por engrandecerse contra el Dios verdadero y llenarse de soberbia; por entregarse a la adivinación, y por la dureza de sus corazones arrogantes, orgullosos, altivos y altaneros...
Y tal como el profeta avisó, así sucedió, porque era palabra verdadera de Dios.

En este tiempo el Señor está alertándonos sobre los juicios que vienen para las naciones de hoy, por no haberse vuelto a Dios y haber endurecido el corazón contra El; por no querer escuchar Sus palabras y rebelarse contra Sus principios; por entregarse a las concupiscencias de sus corazones.
Este mundo ha decidido vivir a su manera, de acuerdo a sus propias leyes y según su vana sabiduría; por eso reinan la injusticia, la inmoralidad, el amor al dinero, la violencia, la maldad...

Hombres y mujeres de Dios, huyamos de todas estas cosas que corrompen el corazón y vivamos en santidad absteniéndonos de todos los deseos impuros que batallan contra nuestra alma. Sigamos peleando la buena batalla de la fe y animémonos a permanecer firmes en nuestra vocación y elección.

"Velemos, pues, en todo tiempo orando que seamos tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre." (Lucas 21:36)

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