"Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos.
Borra mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí."
(Salmo 51:1-4, 10)
Siendo aún pecadores y enemigos de Dios, Cristo murió por nosotros para librarnos de la condenación eterna y justificarnos delante de Dios. Son reconciliados con Dios los que creen en Jesucristo y se arrepienten de sus pecados. Son salvos y herederos de la vida eterna aquellos que han permitido que la sangre del Cordero lave sus almas...
"La paga del pecado es muerte... más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro." (Romanos 6:23)
¡Vuélvanse a Dios! Y acepten con fe Sus buenas noticias de salvación.
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