DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE DIO A SU ÚNICO HIJO, para que TODO AQUEL QUE EN EL CREE, NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA ETERNA. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
EL QUE EN EL CREE, NO ES CONDENADO; pero el que no cree, ya ha sido condenado...
Y esta es la condenación: que LA LUZ VINO AL MUNDO, Y LOS HOMBRES AMARON MÁS LAS TINIEBLAS QUE LA LUZ, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a ella para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. Juan 3:16-21

9 de abril de 2010

Nuestra lectura de hoy, viernes 9 de abril

1 Reyes, capítulos 4 al 6

Según el diccionario bíblico, 'TEMPLO' significa: "todo edificio destinado a un culto".

Moisés recibió la orden de Dios y Sus instrucciones para construir un templo portátil: "el Tabernáculo", donde residía la presencia de Dios en medio del pueblo de Israel.

David, durante su reinado, se propuso reemplazar aquel tabernáculo portátil por un edificio permanente y preparó todos los materiales para la construcción. (2 Samuel 7:1-13)
Y fue su hijo, Salomón, quien llevó a cabo la gran obra y edificó el Templo de Jerusalén, erigido para dar culto al Señor. (1 Reyes capítulo 6)

A partir del sacrificio de Jesucristo, el cuerpo de cada cristiano es ahora el templo de Dios en donde vive Su Espíritu. (1 Corintios 3:16-17)
¡Con cuánta santidad debemos entonces vivir!

Nuestro cuerpo es de Cristo y para agradarle a El.
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor. (1 Corintios 6:13)

Huyan de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que una persona comete, no afecta a su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales, peca contra su propio cuerpo. No ignoren que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que Dios les ha dado, y que el Espíritu Santo vive en ustedes. Ustedes no son sus propios dueños, porque Dios los ha comprado por un precio: la sangre de Cristo. Honren a Dios en vuestro cuerpo y espíritu, porque pertenecen a El. (1 Corintios 6:18-20)

"Limpiémonos de toda contaminación en nuestro cuerpo y espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios."
(2 Corintios 7:1)

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