Lo que hacemos en secreto, Dios lo expondrá en público. El lo sacará a plena luz. (2 Samuel 12:12, Lucas 12:2)
Al que disimula sus pecados, no le irá bien; pero al que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia y será perdonado. (Proverbios 28:13)
A Dios nadie puede engañarlo. ¿Quién podrá ocultar su pecado delante de El?
David adulteró en secreto, luego para encubrir su pecado engañó y mandó matar al esposo de la mujer que había dejado embarazada.
Dios esperó 9 meses que David se arrepintiera. Pero el niño nació y David aún no había reconocido su pecado.
Y envió Dios un profeta para reprender a David y hacerle conocer su disciplina.
Y recién entonces, David se quebrantó, reconoció su maldad, y aceptó la corrección de Dios. (2 Samuel 12:13)
La oración que compuso luego, es la que conocemos como el Salmo 51:
"Ten piedad de mí, oh Dios,
conforme a tu misericordia;
conforme a la multitud de tus piedades
borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad,
y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis rebeliones,
y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti, contra ti solo he pecado,
y he hecho lo malo delante de tus ojos.
...
Purifícame, y seré limpio;
lávame, y seré más blanco que la nieve.
...
Esconde tu rostro de mis pecados,
y borra todas mis maldades.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
y renueva un espíritu recto dentro de mí.
No me eches de delante de ti,
y no quites de mí tu Santo Espíritu.
Vuélveme el gozo de tu salvación,
y espíritu noble me sustente.
...
Al corazón contrito y humillado
no despreciarás Tú, oh Dios."
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Estemos a cuentas con Dios; si hay pecados ocultos en nuestra vida, expongámoslos en Su presencia, arrepintámonos y aceptemos la disciplina del Señor; El corrige a sus hijos porque los ama.
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Abandonemos el pecado, volvámonos a Dios, humillémonos delante de El.
Hay perdón en la sangre de Jesús!
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